En los años 90, el concepto de inteligencia emocional revolucionó la forma de percibir la capacidad de las personas en el trabajo. Hoy un nuevo concepto de inteligencia está despertando con fuerza, generando cambios positivos más allá de la inteligencia emocional: la inteligencia espiritual.
Pero realmente, ¿existe una inteligencia espiritual? Pues sí. La neurociencia ha descubierto que la sensación de trascender se puede ver en el cerebro. Hay numerosos estudios que demuestran que se observan cambios significativos en las áreas frontales, parietales y en regiones subcorticales del cerebro, como la amígdala, lo que sugiere que la experiencia espiritual podría correlacionarse directamente con procesos neuronales de determinadas estructuras cerebrales.

La inteligencia espiritual y la inteligencia emocional en la práctica
Voy a poner algunos ejemplos para que podáis comprender mejor que es la inteligencia espiritual:
David fue el alumno más brillante del colegio, sacaba las mejores notas y era el que más conocía de todos los temas. Sin embargo, logró un limitado éxito. Fue despedido varias veces por generar conflictos y obstaculizar el trabajo en equipo. David tenía un alto coeficiente de inteligencia racional, pero le faltaba inteligencia emocional para lograr el “éxito en la vida”. Hoy numerosos estudios demuestran que la inteligencia racional no es suficiente. Se requiere, además, inteligencia emocional para salir adelante.
La inteligencia emocional es la capacidad de entender, de tomar conciencia y de manejar nuestras emociones y las de terceras personas. Sin embargo, eso no garantiza la felicidad.
Enrique es el Director Ejecutivo de una importante multinacional. Racionalmente, es muy inteligente, sabe trabajar en equipo, tiene empatía y mucho empuje, es tolerante y seguro de sí mismo. Sin embargo, no está contento con lo que hace; se siente vacío y que a su vida le falta sentido.
Enrique no entiende lo que le pasa porque sabe que tiene todo para sentirse bien: un extraordinario éxito profesional y material. Aparentemente, Enrique tiene inteligencia racional y emocional, pero, quizás, le falte inteligencia espiritual para encontrar una mayor felicidad y sentido a la vida.
Hoy, el término inteligencia espiritual empieza a aparecer en los negocios con mucha fuerza. Gurús como Peter Senge o Srila Guru Maharaj, entre otros, lo mencionan en sus libros. Prestigiosas universidades americanas ofrecen cursos de pregrado y postgrado de liderazgo y espiritualidad y de inteligencia espiritual.
Lo que resulta realmente interesante es que las últimas teorías de aceleración organizativa no perciben la organización exponencial sin esa espiritualidad: “Mientras el trabajo en el pasado se centraba en la importancia del coeficiente Intelectual, en la actualidad, el Coeficiente Emocional y el Coeficiente Espiritual se están convirtiendo en métricas cada vez más importantes.
Gracias a la inteligencia espiritual se aumenta la intimidad organizacional, se reduce la demora de decisión, el conocimiento mejora y se extiende más rápidamente, y la buena suerte aumenta. Además, mantiene a la organización conectada a su propósito evolutivo.”
Diferencias entre la inteligencia espiritual y la inteligencia emocional
La inteligencia emocional es la capacidad de comprender, utilizar y controlar nuestras emociones.
La inteligencia espiritual es similar a la inteligencia emocional, pero llevada a un plano mucho más profundo. Debemos ser conscientes de nuestras emociones, así como de nuestro espíritu.
Danah Zohar explica que la Inteligencia Espiritual es la capacidad innata que tenemos para encontrar el significado de nuestros problemas, encontrar aquello que nos guía desde nuestro interior para superar el dolor y el sufrimiento y forjar nuevos objetivos. Es la inteligencia que nos conecta con el todo, es la que nos permite entender el mundo, a los demás y a nosotros mismos desde una perspectiva más profunda y más llena de sentido y nos ayuda a trascender el sufrimiento. Por este motivo, muchos autores la consideran el tipo de inteligencia más elevada de todos.
David Fischman define en su libro «Inteligencia espiritual en la práctica» la inteligencia espiritual como la capacidad de escoger al ser elevado sobre el ego, extrayendo su sabiduría y compasión para mantener nuestra paz exterior e interior al margen de las circunstancias.
Además de saber gestionar nuestras emociones, debemos encauzar nuestra esencia-espíritu-alma en nuestra actividad diaria. Debemos entender y manejar las emociones de terceros, pero entendiendo que todos somos una pequeña parte de un todo.
Aquellas personas con inteligencia espiritual son conscientes de que son más que un cuerpo, mente y emociones. Estas personas permanentemente recargan su cuerpo espiritual. Y podemos conseguirlo a través de prácticas como la meditación consciente, sumergiéndose en sus mundos internos a través de la consciencia, practicando yoga, tai-chi… o simplemente ayudando a los demás. Es decir: elijo vivir y ayudar a vivir.
La inteligencia espiritual, además, implica traer la consciencia espiritual a nuestra actividad en el trabajo, proyectos y metas, así como en la vida diaria. De nada sirve sumergirse en el agua espiritual y llegar al trabajo y ser un energúmeno, desconectado de la consciencia espiritual.
La inteligencia espiritual aplicada en el día a día
La inteligencia espiritual es una forma de entender la vida. Las personas con inteligencia espiritual incorporan a cada uno de sus actos las cualidades innatas del espíritu:
-tener un propósito,
-desarrollar la compasión, la caridad y la gratitud,
-descubrir el poder de la risa y de vivir una actitud de entusiasmo,
-el amor ilimitado
-el sentido de aventura,
-la confianza y la sinceridad,
-y el reconocimiento de la importancia de la paz, los rituales espirituales y del poder del amor.
Además, son personas capaces de vivir en paz al margen de las dificultades. Eso no significa que sean irresponsables; al contrario, al tener mayor tranquilidad toman mejores decisiones.
Finalmente, las personas con inteligencia espiritual entienden y sienten que todos somos parte de un gran todo. Comprenden que hacer daño a otro es también hacerse daño a uno mismo y que ayudar es ayudarnos a nosotros, aportándonos una felicidad profunda. En el plano espiritual todos estamos conectados.
Si todas las personas dedicaran tiempo o más tiempo a la inteligencia espiritual, se acabarían los conflictos laborales, los problemas interpersonales, la competencia interna. Viviríamos en un mundo alejado de los conflictos y desigualdades. Se dice que si les enseñáramos a meditar a cada niño de 8 años, eliminaríamos la violencia en el mundo en solo una generación.
El camino de buscar la inteligencia espiritual es largo y requiere mucha perseverancia, pero es un camino que, además de hacernos más felices, nos permitirá ayudar a mejorar este mundo.