La ansiedad engorda

Hay gente que come cuando tiene ganas de llorar. 
Y hay gente que come cuando lo que en verdad haría es gritar de rabia. 

Lo que no he encontrado todavía es gente que beba agua sin cesar cuando está triste o cuando siente mucha rabia. 

¿Por qué te estoy diciendo esto? 

Porque lo de escuchar a nuestro cuerpo también se aplica a la hora de comer. 
Muchas veces comemos porque nos ha ido mal el día y nos regalamos esa comida que tanto nos gusta. 
Otras veces estamos tan contentos que lo que hacemos es tomarnos una cerveza o una copa de vino con esa comida que tanto nos gusta. 

Emociones positivas y negativas asociadas a la comida

Es decir, asociamos la comida a momentos buenos o a momentos malos, y cuando de repente nos damos cuenta de que no nos cabe la ropa del año pasado, nos entra la prisa por adelgazar. 

¿Qué pasa entonces? 
Que entramos en el bucle del «tengo que bajar estos kilos como sea» , «voy a hacer la dieta del brócoli deshidratado» y «me compro ropa nueva y me apunto al gimnasio ya». 

Si estamos desconectados de nuestro cuerpo, no nos damos cuenta de lo contraproducente que puede estar resultando esa dieta que nos tiene de mal humor, sin energía y generando más ansiedad. 

Sólo pensamos «todo el mundo hace dieta y yo también, es la mejor forma de adelgazar» 

El problema viene cuando no conseguimos bajar de peso pese a estar pasando hambre o cuando sufrimos el efecto rebote. 

La mentalidad de dieta y el hambre física

Hablaba de esto con mi amigo Luis Navarro. Él es contrario absolutamente a las dietas y me habló de la «mentalidad de dieta» y de conectar con el «hambre física». 

Me explicó por qué sufrimos el efecto rebote: 
«tu cuerpo se autorregula constantemente, mantiene sus constantes vitales en unos rangos para funcionar de manera óptima. A esto se le denomina homeostasis y es el cerebro, desde el hipotálamo quien se encarga de mantener el cuerpo en equilibrio. 
El hipotálamo también regula el peso. 
Las subidas de peso no alarman al hipotálamo pero cualquier pérdida de peso por debajo de nuestro rango mínimo, sí. 
El organismo está diseñado para mantener el peso natural que genéticamente le corresponde, y cuando haces una dieta porque tienes unos kilos de más y bajas de peso rápidamente por debajo del rango inferior, el hipotálamo, que no distingue si es una dieta o una hambruna como las que pasaron nuestros ancestros, se pone en marcha para que recuperes ese peso y sobrevivas. 
De ahí el efecto rebote.

Hay un rasgo común y perjudicial, me comentaba, de las personas que viven en modo dieta. 
Es la licencia moral. 
Empieza en la infancia, cuando somos pequeños y nos enseñan que si nos lo comemos todo, nos portamos bien. En cambio, si dejamos comida en el plato, nos portamos mal. Nuestros padres reforzaron este comportamiento hasta que quedó grabado en nuestra mente y se creó el hábito de acabarse el plato. 

Comer se puede convertir en un dilema moral

En la edad adulta cuando empezamos a hacer dieta, reproducimos este modelo de otra manera. 
Comer se convierte entonces en un dilema moral. En cada bocado somos juez y parte. Si seguimos el régimen eficazmente, nos portamos bien. Si al hacer la dieta nos descontrolamos, nos portamos mal. 
Se complica el fenómeno cuando me porto bien, hago una dieta y adelgazo unos kilos… entonces me merezco una recompensa por el esfuerzo realizado. La recompensa es comer lo que no he comido mientras me portaba bien. 

La mentalidad de dieta es una lucha constante entre dos fuerzas opuestas, comer y adelgazar, control y rebeldía, obligacion y placer, miedo y esperanza, exigencia e imperfección, rigidez y humanidad, lo que debo hacer y lo que me gustaría hacer, lo que tengo que hacer y lo que realmente quiero. 
Esto produce un estado de ansiedad permanente con la comida, una mala relación con el cuerpo y con el peso. 

¿Cuál es la solución? 
Escuchar al cuerpo. 
Volver a lo que hacíamos de bebés (y no hablo de comer potitos) 

Escuchar al cuerpo para comer sólo cuando el hambre es real

¿Te has preguntado alguna vez cómo saben los bebés que tienen hambre? ¿Y cómo saben que están saciados? 

La respuesta está en las neuronas del estómago que conectan el hipotálamo con el sistema digestivo. 
Es decir, está incorporado en nuestra biología el sistema por el que detectar hambre y sentirse saciado. 
Pero cuando nos obligaron bienintencionadamente a comernos todo lo que había en el plato para crecer, o para evitar el hambre en África, nos desconectamos de la capacidad de detectar la saciedad o el hambre física. 

Al igual que bebemos agua cuando tenemos sed y vamos al baño cuando nos lo pide el cuerpo, podemos comer cuando tenemos hambre real y no cuando nuestra mente nos está diciendo que comamos. Comer desconectados de nuestras sensaciones físicas es lo que produce, en la gran mayoría de los casos, el sobrepeso. 

Si todo esto que te estoy contando te resulta interesante, tanto como a mí, te recomiendo que leas el libro de mi amigo Luis. 
Me parece tan absolutamente necesario que volvamos a conectar con nuestros indicadores de hambre, al igual que estamos conectados con nuestros indicadores de sed o de ir al baño, que por eso te lo cuento. 

Desde que aplico lo que él recomienda estoy descubriendo muchas cosas sobre mi forma de comer que no conocía. 
Es alucinante…

Su libro se titula «Los 4 hábitos de la gente delgada: la comida no engorda, tu ansiedad sí» 



Si no te apetece comprar el libro, simplemente te invito a que te preguntes si cuando comes es por hambre real, porque tu mente te dice que comas o porque quieres calmar la ansiedad con la comida.  

 

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