Yo sé que todo no es para todos.
Ni todos hacemos yoga ni a todos nos gusta el waterpolo. Hay gustos para todo y momentos para cualquier cosa.
Por eso sé que la Escucha Biológica es para todos y no es para todos. Pero no porque haya un impedimento concreto, si no porque cada uno de nosotros estamos preparados para unas soluciones determinadas en cada momento de nuestra vida.
Quizás tú que me estás leyendo ahora, tienes dudas sobre el rigor científico o la eficiencia de la Escucha Biológica. Y si no te pasa a ti, alguien te lo habrá planteado… casi con toda seguridad.
Yo he pasado por todas esos cuestionamientos, y me he enfrentado a muchas de esas objeciones así que hoy vamos a hablar de ello.
La Psicosomática como base de la Escucha Biológica
Quizás piensas o te han dicho que la Escucha Biológica es un “invento” moderno ideado por una pandilla de vende-humos (por decirlo suavemente)
Queridos escépticos, os tengo que decir que si nos remontamos al siglo XIX, encontramos a George Groddeck, médico, director de un sanatorio en Alemania y colega de Sigmund Freud, quien afirmaba (en una época en la que no había organizaciones internacionales que investigaran sobre las fuerzas que provocaron el Big-Bang) que:
«cuanto más graves son los conflictos internos, tanto más graves son también las enfermedades que representan simbólicamente el conflicto»
Es decir, él hablaba hace más de cien años de la enfermedad como una manifestación de un conflicto interno.
No lo he dicho aún, pero se le considera el padre de la psicosomática.
La fuerza vital
Groddeck habla de algo que me fascina: de la “fuerza vital”.
Dice así
“existe una fuerza vital capaz de construir una nariz, un dedo, un cerebro y que, por consiguiente a esa fuerza, que es capaz de crear a un ser humano completo, no le resultará nada difícil producir un dolor de cabeza, una diarrea o una inflamación de garganta. No resulta demasiado aventurado admitir que sea esta fuerza vital también la responsable de una pulmonía, del cáncer o de la gota.
Esa fuerza vital que te produce una enfermedad acto seguido va a preguntarte,
¿qué función y significado crees que tiene tu enfermedad?
¿Qué emociones, sentimientos expresa tu fuerza vital a través de tu cuerpo?”
Y yo me pregunto, ¿por qué hace más de cien años ya se tenían estos conceptos tan claros, y hoy seguimos mirando hacia la mala suerte cada vez que enfermamos?
No tengo una respuesta válida, así que voy a seguir hablándote del padre de la psicosomática
Decía Groddeck,
“cuando el paciente encuentra el motivo de esa enfermedad, aquello que con la enfermedad trataba de evitar, y lo hace consciente a través de la palabra, la enfermedad desaparece.”
Traducido: nos propone rebuscar entre nuestras vivencias, algo que evitamos recordar por ser un hecho muy doloroso, y ponerlo en palabras.
¿Qué es eso que tratamos de evitar recordar?
Nuestra biología tiene mecanismos de defensa para asegurarnos nuestra supervivencia.
Entre ellos, están los mecanismos que Freud denominó como «técnicas del inconsciente que minimizan las consecuencias de eventos demasiado intensos». Funcionan así para que podamos continuar con nuestra vida cotidiana sin que nos detengan esos recuerdos demasiado intensos.
Estos mecanismos de defensa, permiten el mantenimiento del equilibrio psicológico.
Dicho de otro modo, todos hemos tenido experiencias muy dolorosas que no sabemos cómo pero las hemos olvidado.
Quizás situaciones de la niñez o sucesos vividos en la adultez, que las olvidamos, o como diría Freud, las reprimimos desde nuestro inconsciente para poder seguir viviendo.
En caso contrario, si recordase a diario, por ejemplo, que cuando tenía 5 años me perdí en una playa, y al recordarlo volviese a experimentar la angustia y el miedo que sentí de niña, mi equilibrio físico y psíquico se pondría en peligro diario.
Por lo tanto, nuestro inconsciente biológico tiene mecanismos de defensa por los que minimizamos las consecuencias de sucesos demasiado dramáticos para continuar con nuestra vida.
Pero minimizar las consecuencias no significa que nuestro inconsciente haya anotado esa vivencia como “asunto resuelto”.
Nuestra biología quiere que resolvamos ese asunto, y así darle fiesta al mecanismo de inhibición y represión. Mientras buscamos la forma de resolverlo nuestro inconsciente mantiene el recuerdo reprimido, pero si no hay algo que inhibir, nuestra mente inconsciente está mucho más contenta.
¿Qué es aquello que inhibimos?
En el siglo XXI les llamamos situaciones estresantes a las situaciones que inhibimos.
La palabra estrés es la palabra de moda en el siglo XXI.
Vivimos en una sociedad con muchos avances tecnológicos que deberían ponernos la vida más fácil pero cada vez acumulamos más tareas, más obligaciones y más tensión. Esa tensión excesiva es llamada estrés, y puede ser tanto física como psicológica.
Hay un estrés positivo que representa un estímulo para ponernos en marcha y progresar en la vida, pero cuando el estrés es mantenido durante demasiado tiempo representa una auténtica amenaza para la salud. Ese es el estrés negativo.
Entre las consecuencias más graves del estrés negativo se encuentra su acción sobre el sistema inmunitario. El estrés deprime la inmunidad alterando la regulación natural del cuerpo, destruye la capacidad defensiva de nuestro organismo y deja la puerta abierta a graves enfermedades.
El estrés y la alergia
Hasta los laboratorios que comercializan antihistamínicos afirman que el estrés afecta al control que tenemos sobre nuestra alergia. Recomiendan reducir las situaciones de estrés y relajarse.
Como ya te expliqué aquí, se está observando que el estrés psico-social se está revelando como un factor de gran importancia en la aparición y agravamiento de las enfermedades alérgicas.
Cuando nuestro cuerpo está en situación de alerta por estrés continuado deja de lado funciones básicas, como la funcionalidad del sistema inmune, lo que hace que nuestra biología no esté totalmente capacitada para responder a ataques externos, como lo es, por ejemplo, el polen o el anisakis.
Reducir las situaciones de estrés
Por lo tanto, lo mejor para nuestra salud es que detectemos cuál es el hecho o los hechos concretos que codificamos como estresantes, y aprendamos a gestionar esas situaciones para poder combatir la alergia y disfrutemos de una vida saludable.
Y si ahora mismo no recuerdas qué situaciones estresantes están en el origen de tu rinitis, del asma, de tu eccema o de tus trastornos gastrointestinales, es porque está en marcha el mecanismo de inhibición.
La eficacia de la Escucha Biológica se basa en la precisión del detective entrenado en Escucha Biológica.
Lo del “detective” es una forma de hablar.
Pero muchas veces me siento como un detective buscando las pesquisas que me van a llevar a resolver el caso de la alergia.
Cuando decidimos escuchar a nuestro cuerpo para encontrar eso que dijo Groddeck hace más de cien años, eso que tratamos de evitar recordar y lo hacemos consciente a través de la palabra, comienza el cambio y la recuperación.
Afirmaba Freud, que
«para lograr hacer desaparecer un síntoma, se solicita al paciente que vivencie por segunda vez el trauma psíquico (el hecho estresante en donde no reaccionó de una forma apropiada) y lo ponga en palabras.»
El proceso es éste:
vivencia estresante -> inhibición desde el inconsciente -> síntoma -> Escucha Biológica -> liberación del estrés-> felicidad
La eficacia se basa en la precisión en determinar el proceso interno, el origen del estrés que se está expresando en el cuerpo porque no ha sido expresado con palabras.
El proceso interno que ha explosionado “hoy” pero que tiene su raíz en el ayer.
El análisis no es algo de diez minutos, ni que vayas a conseguir mientras friegas los cacharros.
Es un proceso de apertura y profundización en el que te recomiendo seas acompañado durante todo el tiempo que necesites por alguien que lo haya experimentado ya.
Vuelvo al planteamiento inicial:
¿Es para todos la escucha biológica? Sí.
¿Estamos todos dispuestos a rebuscar entre esas vivencias estresantes del pasado? Todos, aún no.
¿-Quieres seguir quejándote y poniendo excusas mientras te rascas y te suenas la nariz?
Yo creo que no tiene sentido que lo hagas.
Hipócrates, un médico que vivió 400 a.C, y a quien se le considera el padre de la medicina moderna, decía:
«Los hombres deben saber que del cerebro y solo de él vienen las alegrías, las delicias, el placer, la risa y también, el sufrimiento, el dolor y los lamentos.
Y por él, adquirimos sabiduría y conocimiento, y vemos y oímos y sabemos lo que está bien y lo que está mal, lo que es dulce y lo que es amargo. Y por el mismo órgano nos volvemos locos y deliramos, y el miedo y los terrores nos asaltan.
El cerebro es el máximo poder en el hombre.
Es nuestro intérprete de aquellas cosas que están en el aire”
Yo que tú, no me lo pensaría tanto…
Te lo dice una ex-alérgica.
Puedes informarte de las sesiones individuales de Biodescodificación que realizo pinchando aquí