El otro día leí una frase que me impactó:
la felicidad no te cambia, el dolor sí.
Ahí la tienes. Se puede decir más alto pero no más claro.
Nos empeñamos en evitar el dolor, en querer que los procesos dolorosos de la vida pasen cuanto antes, y en no sentir eso tan desagradable que duele, y ¿qué pasa? Que se nos olvida extraer la parte buena.
Si no te hubiera dolido el castigo por suspender no sé cuantas en el cole, no habrías espabilado y quizás hoy te vendría justo para leer las etiquetas del champú.
Si no te hubiera dolido que tu mejor amigo no te devolviese el dinero que le prestaste cuando más lo necesitabas, quizás no habrías aprendido la importancia de ahorrar.
Oye, que no es tan malo un poco de dolor. Pero dolor con moraleja, eso sí.
Sé que de forma automática nadie se pone a pensar «qué bien me viene estar pasando por este dolor en mi vida porque voy a aprender un montón», pero hay que proponérselo y hacerlo. Extraer la lección y mantener la calma.
Y cuando lo que te duele no es la vida, si no que es el cuerpo, pasa exactamente lo mismo. Si no escuchas a tu cuerpo para entender que te está diciendo que reduzcas estrés emocional y te relajes, estás perdiendo el tiempo.
Así que este es mi alegato de hoy:
si quieres ser más feliz, no huyas del dolor. Entiéndelo y aprende de él.
Pero si se te está haciendo bola el dolor ahora mismo, nos ponemos manos a la obra. Hago sesiones individuales de Biodescodificación para comprender el mensaje del dolor.