En Biodescodificación analizamos tres aspectos fundamentales en la vida de una persona que presenta un problema emocional: su vida contemporánea, su árbol genealógico y su proyecto sentido (las circunstancias familiares, emocionales, económicas o laborales que rodean y dan vida al consultante desde su concepción, hasta sus 3 años de vida)
Como dice Enric Corbera: es especialmente relevante el ambiente emocional que la persona vive cuando experimenta variaciones significativas en su peso, puesto que nuestro cuerpo reacciona para adaptarse a una situación que percibimos como estresante.
En la actualidad se están publicando numerosos estudios que confirman que hay un vínculo entre los abusos sexuales, físicos o psicológicos vividos en la infancia y la probabilidad de manifestar obesidad en la etapa adulta.
Contenido
Conflictos emocionales escondidos en la obesidad
El Dr. Andrea Danese, psiquiatra especializada en niños y adolescentes en el Instituto de Psiquiatría del Colegio del Rey en Londres afirma: «hallamos que ser víctima de maltrato en la niñez aumenta significativamente el riesgo de obesidad en la adultez».
Para realizar el estudio, los investigadores examinaron los datos de más de 190,000 personas que participaron en 41 estudios a lo largo del mundo.
Los investigadores se mostraron seguros de que con sus hallazgos se confirmaba una vez más que los acontecimientos que ocurren en la infancia tienen consecuencias a largo palazo en la salud de las personas.
En este post voy a abordar el tema de la obesidad y los traumas en la infancia desde la narración que hace el psiquiatra
El cuerpo lleva la cuenta del sufrimiento
«En 1985, Felitti era el director del Departamento de Medicina Preventiva de Kaiser Permanente de San Diego (una entidad privada de los Estados Unidos fundada en 1945 como una organización sin ánimo de lucro. Opera como un subsistema sanitario que integra la función de aseguramiento y de provisión)
Felitti también dirigía una clínica de obesidad en la que usaba una técnica llamada «ayuno absoluto suplementado» para producir una pérdida de peso drástica sin cirugía. Un día, una auxiliar de enfermería de 28 años se presentó en su despacho. Felitti aceptó su queja de que la obesidad era su mayor problema y la apuntó al programa.
En las siguientes 51 semanas, su peso pasó de 185 kg a 59 kg. Sin embargo, cuando Felitti la vio al cabo de unos meses, había ganado más peso del que pensaba que era biológicamente posible en tan poco tiempo.
¿Qué había sucedido?
Resultó que su nuevo cuerpo esbelto había atraído a un compañero de trabajo, que empezó a flirtear con ella y luego le sugirió mantener relaciones sexuales. Ella se fue a casa y empezó a comer. Estuvo atiborrándose durante el día, y de noche comía sonámbula.
Cuando Felitti exploró esta reacción extrema, descubrió un largo historial de incesto con su abuelo.
Era solo el segundo caso de incesto que Felitti había encontrado en su práctica médica de veintitrés años y, sin embargo, diez días después escuchó una historia similar.
Cuando él y su equipo empezaron a analizarlo más de cerca, se sorprendieron al descubrir que la mayoría de sus pacientes con obesidad mórbida había sufrido abusos sexuales en la infancia. También descubrieron muchos otros problemas familiares.
En 1990, Felitti fue a Atlanta a presentar datos de las primeras 286 entrevistas a pacientes del equipo a una reunión de la Asociación Norteamericana para el Estudio de la Obesidad. Se quedó sorprendido de la dura respuesta de algunos expertos: ¿por qué creía a esos pacientes? ¿No se daba cuenta de que inventarían cualquier explicación para justificar sus vidas fracasadas?
Sin embargo, un epidemiólogo del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades animó a Felitti a empezar un estudio mucho mayor.
La huella de las experiencias infantiles adversas
El resultado fue el monumental estudio sobre las Experiencias Infantiles Adversas (conocido como el estudio ACE, por sus siglas en inglés)
Más de 17.000 pacientes del Kaiser Permanente accedieron a participar en el estudio y proporcionarles información sobre acontecimientos de su infancia.
El estudio ACE reveló que las experiencias vitales traumáticas durante la infancia y la adolescencia son mucho más comunes de lo que cabría esperar.
Los encuestados eran principalmente personas de raza blanca, de clase media, de mediana edad, con buena formación y con la suficiente seguridad económica para tener buenos seguros médicos y, sin embargo, solo un tercio de ellos afirmó no haber tenido experiencias infantiles adversas.»
¿Qué es un trauma?
Es interesante dejar claro qué es un trauma. Para el psiquiatra Van der Kolk «el trauma, por definición, es insoportable e intolerable. Es una experiencia que sobrepasa tu capacidad de lidiar con ella. Te sientes superado, desamparado y confuso.
Mucho después de la experiencia traumática, la parte de nuestro cerebro que garantiza nuestra supervivencia puede reactivarse ante el menor atisbo de peligro y movilizar los circuitos cerebrales alterados y secretar enormes cantidades de hormonas del estrés. Ello precipita emociones desagradables, sensaciones físicas intensas y acciones impulsivas y agresivas.»
El trauma deja una huella en la mente y en el cuerpo
Sigue explicando Van der Kolk en el libro «El cuerpo lleva la cuenta«:
«Uno de cada diez encuestados en el Estudio sobre Experiencias Infantiles Adversas respondió afirmativamente a la pregunta: «¿Alguno de sus progenitores u otra persona adulta del hogar a menudo o muy a menudo decía palabrotas, le insultaba o le menospreciaba?».
Más de un cuarto de ellos respondió afirmativamente a la pregunta: «¿Alguno de sus progenitores a menudo o muy a menudo le empujaba, agarraba, golpeaba o le lanzaba cosas?» y «¿Alguno de sus progenitores a menudo o muy a menudo le golpeaba tan fuerte que le quedaban marcas o lesiones?». En otras palabras, es probable que más de un cuarto de la población de Estados Unidos sufriera repetidamente abusos físicos en la infancia.
A las preguntas: «¿Algún adulto o alguna persona como mínimo 5 años mayor que usted le tocó el cuerpo de manera sexual? y «¿Algún adulto o persona como mínimo 5 años mayor que usted intentó mantener relaciones orales, anales o vaginales con usted?», el 28 % de las mujeres y el 16 % de los hombres respondieron afirmativamente.
1 de cada 8 personas respondió afirmativamente a las preguntas: «De niño, ¿fue testigo, en ocasiones, a menudo o muy a menudo, de cómo empujaban, agarraban, golpeaban o lanzaban algo a su madre?»; «De niño, ¿fue testigo de cómo su madre, en ocasiones, a menudo o muy a menudo, recibía patadas, era mordida, golpeada con los puños o con un objeto contundente?».
En resumen, Felitti y su equipo observaron que las experiencias adversas están interrelacionadas, aunque suelan estudiarse por separado. No es frecuente que la gente crezca en una familia en la que un hermano está en la cárcel pero todo lo demás va bien. Las personas no viven en familias en las que la madre sufre malos tratos pero la vida, por lo demás, es de color de rosa.
Los abusos nunca son acontecimientos aislados
Como observa Felitti, «Las experiencias traumáticas suelen perderse en el tiempo y terminan escondidas en forma de culpabilidad, secretos y tabús sociales», pero el estudio reveló que el impacto de los traumas impregnaba la vida adulta de estos pacientes.
La lista de comportamientos de alto riesgo pronosticados a las personas que habían vivido diferentes experiencias infantiles adversas incluía el tabaquismo, la obesidad, los embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual.
Finalmente, el peaje a pagar en forma de problemas de salud importantes era sorprendente: las personas con una puntuación ACE muy elevada tenían un 15 % o más posibilidades de las que tenían una puntuación de 0 de sufrir alguna de las diez principales causas de mortalidad en Estados Unidos, como por ejemplo enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), enfermedad cardiaca isquémica y enfermedad hepática. Tenían el doble de probabilidades de sufrir cáncer y cuatro veces más probabilidades de sufrir enfisema.
El estrés permanente sobre el cuerpo se va cobrando su peaje.
El problema de la obesidad convertido en una solución biológica
Doce años después de haberla tratado por primera vez, Felitti volvió a ver a la mujer cuya drástica pérdida y recuperación de peso originaron su investigación.
Le contó que posteriormente se había sometido a una operación bariátrica, pero que después de perder cuarenta y cuatro kilos empezó a tener ideaciones suicidas. Necesitó cinco hospitalizaciones psiquiátricas y tres ciclos de electroshock para controlar sus ideas suicidas.
Felitti destaca que la obesidad, que se considera un importante problema de salud pública, en realidad puede ser una solución personal para muchas personas. Piense en sus implicaciones: si malinterpretamos lo que para una persona es una solución como un problema que hay que eliminar, no solo es probable que fracasen en el tratamiento, como sucede en los programas contra las adicciones, sino que pueden aparecer otros problemas.
Una mujer que había sido violada y tenía sobrepeso contó a Felitti: «El sobrepeso se ignora, y esto es lo que yo necesito»
El peso puede proteger a los hombres, también. Felitti recuerda a dos guardias de la prisión estatal que participaron en su programa para personas obesas. Recuperaron rápidamente el peso que habían perdido, porque se sentían mucho más seguros siendo los tipos más grandes del módulo.
Otro paciente se volvió obeso después de que sus padres se divorciaran y se fuera a vivir con su abuelo alcohólico. Explicaba: «No comía porque tuviera hambre y todo eso. Simplemente era un lugar en el que estar seguro. Desde la guardería, siempre me pegaban. Cuando engordé, dejaron de pegarme».
El significado emocional del sobrepeso y la obesidad
El estudio concluyó: «Aunque se sabe extensamente que es perjudicial para la salud, las adaptaciones como fumar, beber, las drogas o la obesidad son muy difíciles de abandonar. Se tiene demasiado poco en cuenta la posibilidad de que muchos riesgos a largo plazo para la salud también puedan ser beneficiosos a corto plazo. La idea de que el problema sea la solución, aunque comprensiblemente sea un problema para algunos, encaja con el hecho de que en los sistemas biológicos las fuerzas opuestas conviven de forma rutinaria.
Lo que vemos, el problema con el que se presenta el paciente [la obesidad], suele ser solo el marcador del problema de verdad [trauma infantil], que permanece enterrado en el tiempo, oculto por la culpabilidad del paciente, el secretismo y en ocasiones la amnesia, y con frecuencia las molestias clínicas».
Nuestras primeras experiencias esculpen nuestro cerebro
El maltrato precoz tiene unos efectos negativos duraderos en el desarrollo cerebral. Nuestras primeras experiencias esculpen nuestro cerebro. El maltrato es un cincel que da forma al cerebro para que lidie con los conflictos, pero pagando el coste de unas heridas profundas y duraderas.»
Prosigue Van der Kolk en su libro diciendo «la vida de muchos supervivientes de traumas acaba girando en torno a la lucha y a la neutralización de unas experiencias sensoriales indeseadas, y muchas de las personas que veo en mi consulta se han vuelto expertas en esta insensibilización. Pueden convertirse en obesas o anoréxicas o adictas al ejercicio o al trabajo. Al menos la mitad de todas las personas traumatizadas intenta atenuar su mundo interior intolerable con drogas o alcohol.»
Emociones que se asocian al sobrepeso y la obesidad
Sin hacer un análisis exhaustivo sobre los conflictos emocionales que en Biodescodificación suelen ser más habituales en los casos de sobrepeso y obesidad, señalo algunos que después de leer el relato de Van der Kolk te sonarán muy obvios:
Abandono
Explica J. Casla: «cuando somos o nos sentimos abandonados (padre o madre ausente, niño abandonado por los padres, o un padre o madre que no cumplen con su función), estamos indefensos, frágiles. Nuestro inconsciente biológico detecta que podemos ser atacados y devorados por lo que el hecho de ser más grandes nos mantendría protegidos. Siendo más voluminoso será más fácil que el clan, mi madre, me encuentre. En cambio, si no se puede ser o aparentar gran tamaño, la solución biológica es hacerse pequeño, pasar desapercibido para poder escapar del predador.»
Rechazo al contacto sexual
Frecuentemente se arrastra desde la infancia cuando la persona afectada se sintió humillada o agraviada y aún conserva el miedo de que se repita. Suele suceder que una persona que ha vivido esa humillación después acumule demasiada grasa para no ser deseada por el otro sexo, para rehuir el contacto sexual o por temor a ser engañada.
Sentirse bajo amenaza
En la naturaleza, cuando ciertos animales están frente a frente, preparados para el combate, primero intentan impresionar a su enemigo hinchándose, erizando su pelo, abriendo sus alas, etc. para disuadir al oponente y tratar de evitar un enfrentamiento siempre de resultado incierto. El equivalente en el ser humano es tratar de intimidar a sus rivales aumentando su tamaño a través de la grasa.
Liberar las emociones reprimidas
«Lo que ha sucedido en la infancia no se puede deshacer. Pero lo que sí que se pueden tratar son las huellas del trauma en el cuerpo, la mente y el alma: las sensaciones aplastantes en el pecho que podemos etiquetar como ansiedad o depresión; el miedo a perder el control; estar siempre en alerta ante el peligro o el rechazo; el odio hacia uno mismo; las pesadillas y los flashbacks; la niebla que nos impide concentrarnos y dedicarnos totalmente a lo que estamos haciendo; la incapacidad de abrir por completo nuestro corazón a otro ser humano.
El trauma nos arrebata la sensación de control sobre nosotros mismos.
El reto de la recuperación es volver a adueñarnos de nuestro cuerpo y de nuestra mente, de nosotros mismos.
Esto significa sentirnos libres de saber lo que sabemos y de sentir lo que sentimos sin acabar abrumados, enfadados, avergonzados o colapsados. Para la mayoría de las personas, ello implica:
(1) encontrar el modo de permanecer tranquilos y centrados,
(2) aprender a mantener esta calma ante imágenes, pensamientos, sonidos o sensaciones físicas que nos recuerdan el pasado,
(3) encontrar el modo de estar completamente vivos en el presente interactuando con las personas que nos rodean,
(4) no tener que guardar secretos sobre nosotros mismos, incluyendo secretos sobre las cosas que nos han permitido sobrevivir.
Superar un trauma requiere un proceso terapéutico en el que la labor de un profesional de la medicina y de la psicología lleven un control.
Descodificar la obesidad
Cuando hay que relacionar el sobrepeso y la obesidad con unas vivencias estresantes, la Biodescodificación es una herramienta que sirve para reducir el estrés emocional que puede tener su origen incluso en experiencias abusivas del transgeneracional.
La Biodescodificación se centra en la escucha profunda del cuerpo para identificar qué sentimiento concreto está atrapado en el cuerpo y cuáles son las creencias limitantes que están bloqueando la capacidad de disfrutar y de relacionarse consigo y con el entorno.
No te recomiendo en este caso que trates de hacerte «autoterapia». Ponte en buenas manos y haz el camino, desde el amor, para volver a adueñarte de tu cuerpo, de tus emociones y de tu mente.
Este fascinante libro de Bessel Van der Kolk lo puedes encontrar aquí
Y si necesitas sesiones individualizadas de Biodescodificación aquí te cuento más detales